16 de enero de 2009

Desde la rampa [2]


Según el calendario secuencial que domina el retablo de pantallas de la falsa sala de navegación, hoy estamos en el día doscientos sesenta y siete de este símil de vuelo a Marte. Se supone que estamos de vuelta a casa, pero Holmmer, el extraño compañero de módulo, tuvo un repentino ataque de ansia en esos días en que nos anunciaron por megafonía que nos iban a dejar salir en el vértice del ‘viaje’, es decir, cuando se supone que tocábamos el planeta y comenzáramos a dar la vuelta. Nada, estirar un poco las piernas allí, por el hangar donde hacemos el paripé las veinticuatro horas del día metidos en esa estructura que hace de nave. Así que Holmmer -el tripulante más completo hasta el momento en todas las analíticas- y su ataque de ansiedad hicieron cuestionar todo el proyecto. Yo no daba crédito cuando le vi coger un extintor y lo lanzaba al cuadro de mandos mientras insultaba a todo el mundo. No hacía ni dos minutos que me acababa de enseñar, todo contento, el tatuaje que lleva en una nalga mientras me hablaba de los planes que tenía para después de la cosa; cuando veo que me guiña un ojo, se levanta, va hacia el oficial de guardia y lo abofetea como en las películas. Luego fue lo del extintor y seguido, las alarmas, los técnicos, enfermeros y médicos. ¿No quedamos que era una nave que estaba en pleno viaje? Pero mejor así, porque quise levantarme y acudir a calmarlo, y casi desmantelo yo también, con todo el asunto de cables y gomas que estaban conectados a mi cuerpo, todos los cachivaches de medición que en ese momento estaban aportando que tenía los mismos parámetros que Dandy, un ratón blanco que es muy simpático y nos hace mucha compañía.