Tengo la mirada puesta en el gato. Por su estar, estoy seguro que es el dueño de la óptica, de manera que es la reencarnación del fundador de la misma. Pondría la mano en un yunque bajo la amenazante maza de metal. Colocado sobre una poltrona que ha aguantado los distintos cambios del local, está presente en las conversaciones y algo tiene que decir en los diagnósticos. Estoy seguro, también, de que acude al trabajo en el eléctrico y en su posición mayestática pasa, a una hora imposible para mí, por delante de mi ventana. Es primo hermano de un tal Napoleón que habitó los ochenta y que vivió en verdad como un emperador, pero anduvo un poco falto de vista.
En el British Bar se han cambiado las papeleras/escupideras por otras más grandes y con publicidad. La basura estará a partir de ahora patrocinada por una firma comercial. La hace más basura. Escupir será más difícil porque la tapa es oscilobatiente.
Se cerró. El St. Germain se ha cerrado a sí mismo, como una hoja de parra habitada por un escarabajo que la va plegando y plegando hasta hacerse una casa con forma de cigarrillo. ¿Han abortado con eso mi capacidad de hacer poemas? Es posible. No sé qué tenía aquel sitio que no me di cuenta de que había grandes fotografías de mujeres en actitud provocadora, hasta que no me lo señalaron otras personas. Pienso que no estaban ahí cuando entré las primeras veces. ¿Y ahora qué?
Aun teniendo el mango por la sartén del tiempo, éste pasa a velocidades de multa. Qué carajo hacemos en primavera, como quién dice. Hace un año ya, que vine a modo de prospección a éste parámetro en el mapa para ver qué pasaba. Después, me costó separarme de la melaza del día a día y mis amigos, y aquí estoy con mis maletas y mis miedos. Carpe diem. Vamos viendo.