María Luisa de Portuondo Uranga ejerció durante años, casi siempre en los veranos, como mi abuelastra, pero ambos sin saberlo. Hasta que un día, en aquel verano, su cabeza ya no daba más que para hablarme a la oreja, como si yo fuese el único que la entendiera. Comprendí entonces que se habían acabado los tubos de colores apretados por sus retorcidas manos y los pinceles llevados arriba y abajo por unos lienzos donde reconstruían, más que pintaban, postales del pasado. A ella le dio tiempo de transmitirme lo necesario para perpetuarse en mi memoria y a mí, lo justo para que en mi perezosa cabeza se guardasen algunas cosas, creo yo, vitales. Y todo esto lo he sabido con el tiempo.
Omara Portundo dice, en un Babelia reciente, que es nieta de españoles por parte de madre y que ésta tuvo la ocurrencia de enamorarse de un negro producto de un Portuondo vasco y una esclava, él un militar que estuvo en Santiago de Cuba. Luego es muy posible que ambas, María Luisa y Omara, quién me dice que no, tuvieran algún parentesco. Luego Omara Portuondo es muy posible que también sea tía abuelastra mía, cosa que ambos tampoco lo sabíamos.
Y yo no había caído en esto cuando se me puso delante la primera vez, en la película Buena Vista Social Club. Esa vez me chirrió su presencia y en las sucesivas que he vuelto a verla también, pero ahora entiendo por qué. Y es que al parecer es tímida y vencer eso en público supone, a veces, que tu presencia no es la mejor porque no se transmite lo que intencionas. Ah pero este reportaje me ha dejado conocerla algo más, todo lo poco que se puede en el plazo de dos páginas con fotos pero suficiente para saber que es una gran mujer, a la que voy a seguir siempre, ahora que puede ser mi abuelastra aunque ella no lo sepa. Ahora que va a sacar un disco llamado Gracias yo también las doy.
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