6 de febrero de 2009

Onetti y el jazz [1]


“Lentos brotes se hinchan y crecen, enlazan los muebles, frotan los rincones con sus enormes ojos ciegos. Nosotros, la mañana, el aire que fuiste meciendo en la noche, la mano perdida en la sábana, el pezón vinoso y replegado, todos somos tu sueño.
“Flotamos suaves y veloces, murmurando ansiosos nombres de Dios, largos ruegos obscenos, palabras violentas y unos secretos que estaban rezagados y acabamos de encontrar; somos angustias, bocas redondas de pescados, luna escamosa, arenales, rutas, y el hombre de negros anteojos que asoma desde el piso treinta y saluda con su revólver y el fresco manojo de lilas, la vieja sala embrujada con el bronce sucio de los candelabros, el piano desdentado y amarillo, el traje de baile perdido en el diván y la alfombra de extraviados dibujos con su vieja mancha de sangre y el esqueleto de una rosa, aplastado.
“Pero otra vez cae rota la mano que alzaba hasta su hombro, tu mejilla, tu labio pesado y mustio. Porque quería contarte que han pasado cosas, tantas cosas en la vida y que, sin embargo, nada, nunca pasa nada.” [fragmento del capítulo XXX del libro TIERRA DE NADIE de J.C. Onetti]

2 comentarios:

Relatos on the rock dijo...

Es que todo ocurre y nada queda. Tanto hablar y el silencio será el mismo, como una lejana sombrilla de septiembre en las playas del tiempo.

Me alegro que Onetti te acompañe, amigo
Un abrazo grande
L.

Anónimo dijo...

¡qué coñazo! y qué gris...