12 de septiembre de 2007

PENSAMIENTOS FRITOS

Intenté ayer sin éxito dar un poco de lustre a algunos pensamientos desmadejados que andaban por ahí rondándome. Desistí por el cansancio –cuesta mucho esto de hacerse portugués- y por verlos ya como esas patatas a las que les salen brotes de raíces. Pensamientos así es mejor freírlos cuanto antes. Me puse entonces ante una cerveza helada para ver si me llegaba alguno nuevo, pero pudo más la obsesión de tomar más ante su rápida su ingesta. Así cómo va a venir pensamiento alguno. Calmado con el antídoto, pensé que todo el mundo andaba por ahí menos yo, así como suena. Qué desfachatez. Que unos por Bali, otros por Cádiz o en Egipto, o en Sicilia o que sé yo. Así cómo se puede estar concentrado en nada. Seguido pensé que no todos andaban por ahí. Seguido me fijé en tres niñas exactas jugando a dar vueltas con los taburetes del bar. Seguido las hice grandes y empezaron a levantar la pierna como en un cabaret. Seguido miré la marca termosellada que llevaba el vaso. Es buena esta Sagres. Volví de inmediato a mis patatas enraizadas. Qué voy a ser capaz de llevar a cabo en esta curiosa ciudad.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, como va todo, bien no? Esta es la manera positiva de ver las cosas, yo me lo guiso y yo me lo como. Bueno esta es mi primera entrada en el Blog y no quiero dejar pasar la ocasión para dar un gran abrazo a todos los que estamos aquí físicamente y con el pensamiento en Lusitania. Amigo
Snad otro día te cuento mi última receta...

Relatos on the rock dijo...

La patata ha salvado a la Humanidad de epidemias bíblicas. Fue el sustento básico de millones de campesinos. Veáse la receta andaluza de las "papas a lo pobre". Pero cualquier día subirá el precio del litro de biodiésel y ya no más se podrán comer. Quedará para platos extravagantes de cocina creativa. Ver enraizarse a una patata será entonces un lujo.

------ dijo...

Cuanta razón tienes, don Rumbero, pero la cosa está, a día de hoy, en que las raíces no abulten más que la propia patata. Esperemos que falte mucho para verlas en estantes de joyerías o en tiendas delicatessen. Porque igual hay que inventar alguna receta amarga con esas prominencias. Nuestro amigo Pascual (me ha costado saber quién anda ahí detrás) quizás sepa de alguna receta. Aquí sigo un poco espeso todavía.

anacrónico forense dijo...

Tortilla de patata
El infortunio se cebó con él. Encontraron su cadáver en uno de los vagones de segunda categoría de un tren que descarriló exáctamente treinta minutos antes de llegar a la estación de destino. Yacía tirado en posición fetal, con los pantalones bajados y un dudoso testamento a su alrededor, en el exiguo espacio del lavabo.

Sepan ustedes que Sicilia posee algo especial. Y que Palermo baja por la cintura de La Habana como una ladilla. Y que la destrucción es puta, pero muy bella. Y que quiero vivir en Cefalú.

Relatos on the rock dijo...

Aunque espeso, Nom Snad, intuyo que cauterizas el tubérculo y reconoces sus apéndices. En breve te veo haciendo yuca de la patata, cremas y caldos de prominencias, y algo más fresco que una lechuga. Entonces levantarás la narizota, cual mono Proboscis, y dedo en ristre, como la impostura de Castelar, digas algo así como..."Me importa un rábano! A la mierda!"

------ dijo...

Por qué será que Sicilia la imagino marrón. De todos los marrones sobre el manto azul del mar. Sienas oscuros como el dulce de membrillo o claros como la hez de moco de un niño con las tripas invertidas. Hasta la noche la veo marrón, pero quizás es porque sólo la he visto desde arriba, desde el aire en el Atlas de Chus. Quizás mi cabeza me engañe con historias atolondradas de niños rodeando charcos de carmín de Garanza en gris y negro de las revistas de mi infancia, como en las películas neorrealistas de los cincuenta. El helado de corte de tres sabores, el mar azul inmenso, al blanco de las olas imprimiendo el aire y el fondo marrón de las fachadas que me llevo a mi boca desdentada. Porque veo Sicilia como un niño, desde niño.

------ dijo...

Como un cromo perdido de otra colección, lo dejo posar en este apartado pues no sé qué hacer con él. Estos versos de Lorca.

Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.

EL AVENTURERO dijo...

palermo, lusitania, la habana, patatas, nombres evocadores que remueven los recuerdos como una puncion lumbar

que dificil es transitar entre el ayer y el hoy!

------ dijo...

Es posible que alguna vez en Cefalú nos dé alojo de vinos y tardes marinas, señor Forense. Háblenos, pues, de Cefalú. Qué es aquello.

anacrónico forense dijo...

Ya me gustaría hablarles, señores asiático y snad, con reposo y calma, de este pequeño paraíso asomado al Adriático, al sol y la cadencia. Pero es esto, cadencia, lo que apenas el tiempo me permite medio interpretar.
Aquí estoy, en Cefalú, a la sombre de una de estas calles inclinadas al mar, estrecha y sosegada, expectante.
He decidido regresar en busca de una pérdida. No se lo pueden imaginar, pero un libro, mi libro, sus letras y mi fantasía libre, me abandonó en mi anterior estancia. Nadie puede hacerse una idea de este desamparo hasta que no le ocurre. A uno no le abandona jamás un libro, como no le abandona un amigo. Te puede dejar tirado el coche, el desodorante, una mujer insatisfecha o aburrida, pero un libro...
A mi me dejó el libro en un tren. No sé todavía explicarme cómo ocurrió. Después de superar la estación de un pequeño pueblo al que ya desdibujan los hombres con sus desvaríos, un ligero traqueteo, mis manos torpes, su libre intención. Voló como lo hace un pájaro al que se le abre la celda de su cautiverio. Sin tiempo para pensarlo, sin un momento para agradecer o añorar la ternura y la suavidad de mis dedos. Simplemente voló.

Ha sido el hecho que más me ha contrariado en los últimos años. Quizá, y después de saber que mi padre no le hacía daño a mi madre cuando de niño los oía respirar en consonante y gemir por la angosta mirilla de la puerta de su cuarto, el mayor revés de mi vida.

El caso es que estoy aquí, en Cefalú, buscando un libro que perdí entre mis manos. Me preguntan que cómo es este lugar en el que aparece y desaparece el ensueño en una suerte de luz. Tiene tonos pálidos, señor Snad, amarillos flacos, oros desdentados, ocres sumisos..., y sienas, sí, es una ciudad amamantada por el siena, abrazada por el calor de las horas y la pausa de un mar que chilla como los demonios por la noche. Tocado por el desamparo de siglos, de los suyos, de los que han acariciado sus mejillas con sonidos y leyendas. La noche, señor Snad, no se ve. Tan sólo se huele cuando le roza a uno los labios y los ojos.

Pero ya les digo que apenas si tengo sosiego para hablarles y contarles cómo se conjuga Cefalú. Sólo acierto a decirles que tiene los pies de un siciliano viejo, el cuerpo ligeramente encorvado y la frente limpia.