Ganapanes, así los llamaba Pío Baroja. Eran tipos que desde su pedestal se dedicaban, hoy sucede exactamente igual, a adular a quienes todo lo tienen, a contar las virtudes del gran capitalismo, a servir sin sonrojo alguno a los poderosos como fieles recaderos y sobre todo, y con gran profusión; a escupir a aquellos que molestan y atentan contra sus intereses y cuando no a escupir (lo vemos todos los días con Venezuela, Cuba, Bolivia, Irán) directamente a aniquilar pueblos enteros por la vía de la guerra, el hambre, la miseria... Iraq es el último ejemplo. Sin embargo es curioso observar como países con gobiernos miserables, autocráticos y fascistas donde los derechos humanos simple y llanamente no existen no son cuestionados por nadie. Los grandes "pensadores" que tradicionalmente han defendido a las capas sociales más desfavorecidas han desaparecido del mapa. Dicho de otro modo se han pasado al otro lado, al del bienestar a instancias de quienes les pagan. Por estos lares lo hemos visto en demasiadas ocasiones. Los buenos son buenos y los malos son malos y aunque parezca que siempre ha sido así lo cierto es que se ocupa un lugar en función de quien gobierne, opine, dicte, esto ultimo muy al uso. Y hoy el dinero lo justifica todo. La libertad sólo es la coartada. La última mentira para maquillar un estadio en el que nadie es lo suficientemente libre excepto para escoger aquello que nunca podrá pagar. Hoy la mayoría de los políticos sólo son meros representantes de las multinacionales, y la prensa, la llamada prensa libre, sus recaderos. Si no despertamos no habrá esperanza.
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